Vie. Nov 22nd, 2024

Cuando uno se pone a contemplar el mundo organizado de acuerdo con las jerarquías persistentes de raza y de género, la corrupción de los gobiernos, y la falta de libertad, puede abrumarse y terminar pensando que “no hay remedio”, como dijo un peruano en las primeras décadas del siglo XVII. La constancia entre la trayectoria de los abusos de los conquistadores del siglo XVI y los abusos de congresistas y presidentes en el siglo XXI parece dar la razón a Guaman Poma y su lamento, “no hay remedio”. Pero cada siglo puede jactarse de una voz que suena en el desierto gritando en contra de los colonialismos, los corruptos, y los cómplices. Si el siglo XVI tenía a Bartolomé de las Casas, el XVII tenía a Guaman Poma. Hay algunos otros, pocos. Una voz que, desde las ruinas de la Guerra del Pacífico (1879-1884), se levantó contra la pusilanimidad, contra la falta de principios, contra el mismo concepto criollo del Perú excluyente del andino, fue la de Manuel González Prada (1844-1918).

     Antes de la guerra, González Prada soñaba con ser científico y devoró revistas y libros de Europa donde conoció una doctrina que se llama positivismo, una doctrina que elevaba la investigación empírica a la cumbre del conocimiento humano. Luego cuando fracasó su sueño de ser científico debido a la guerra, usó de la filosofía positivista para promover la Ciencia, es decir la verdad, en el Perú. Este ideal científico podría usarse en la sociedad para animar a los pusilánimes a ser valientes, para desenmascarar a los políticos y religiosos corruptos, y para iluminar el sendero a una nación inclusiva basada en la verdad científica.

      Sin embargo, el hecho de llamar las cosas por su nombre puede ofender a las personas involucradas en tratos sospechosos, a las de la moral situacional, y a las que menosprecian al prójimo. Por esta ofensa contra las sensibilidades corroídas de las que favorecen al status quo ante, el pensamiento de González Prada ha sido deformado y en los casos más extremos, censurado. La colección que el lector tiene entre las manos trata de rectificar este problema ofreciendo algunos de los remedios que buscaba Guaman Poma. Reúne tres textos fundamentales, Páginas libres, obra positivista, pero revanchista; Horas de lucha, obra anticlerical, antiestatal, y antipolítico, pero pro-Perú; y Anarquía lo que podría considerarse el manifiesto anarquista de Manuel González Prada. Si los primeros dos libros contienen los grandes ensayos del iconoclasta, el último sirve como un manifiesto anarquista.

      Parece mentira, pero estas obras no son tan fáciles de conseguir en el Perú. Páginas libres tuvo ediciones en París y Madrid antes que Lima; Horas de lucha sí tuvo ediciones en el Perú, pero Anarquía solo ha aparecido dos veces en el Perú después de las iniciales en Santiago de Chile y Barcelona. Las pocas ediciones nacionales que han salido se han agotado rápidamente. Esta nueva edición que reúne los tres tomos de ensayística que el lector tiene entre las manos muestra como González Prada va desde la fe total en la literatura a la fe total en el anarquismo. Pero a pesar de las evoluciones se nota un patriotismo único, no el patriotismo de políticos, diplomáticos, o hombres y mujeres de estado, sino un patriotismo que quiere liberar a la nación de los políticos, diplomáticos y hombres de estado.

      Las guerras siempre son fenómenos terribles en que desaparecen centenares de personas y la Guerra del Pacífico no fue diferente en este sentido. Pero un resultado positivo de esa Guerra lo constituye las reflexiones sobre los escombros de la nación para pensarla de nuevo. Páginas libres es un intento, un primer intento de definir el Perú posbélico apartándolo del modelo colonial de nación en que los españoles, luego criollos, se suponen dar sustancia y voz a la nación. Incorpora los ideales de igualdad, fraternidad, y libertad de la Revolución Francesa y los combina con el ideal del positivismo, “orden y progreso”. La combinación resulta en una nación lógica, libre de “la colonialidad del poder” (la expresión de Aníbal Quijano), en que todos los ciudadanos, no obstante el origen de sus ancestros, son iguales, fraternales y libres en la búsqueda de un pueblo organizado ordenadamente hacia el progreso, es decir hacia la modernidad.

      Horas de lucha representa una reflexión sobre el Perú a partir de la peregrinación que hizo su autor a Francia y España, la cual le sirvió al hombre con los ojos abiertos abrir aún más esos ojos, ampliando aún más la perspectiva. Horas de lucha penetra la mugre y como resultado pierde un poco el lustre positivista de Páginas libres. Enfoca maneras de lograr la igualdad de las personas, tanto los hombres como las mujeres. Despliega su furia contra religiosos y políticos, periodistas, conservadores y liberales, juristas y legisladores, y aristócratas. Cuando la esposa de González Prada incluyó “Nuestros indios” en la segunda edición se vuelve al tema de la nación inclusiva defendiendo a los autóctonos frente a las teorías poco científicas de la sociología. Ya en este grueso tomo –así tenía que ser después de destrozar a aquellos periodistas, políticos, funcionarios y encopetados– se ven innecesarios los gobiernos y la Iglesia. Ya los hombres y las mujeres pueden dejar atrás a las diversas esclavitudes para gozarse en la completa libertad.

      Anarquía es lo que su título sugiere, un manifiesto anarquista redactado por partes en la primera década del siglo XX. Es una celebración de los obreros en varios primeros de mayo y en los dos capítulos que lleven “Anarquía” como título. Ofrece una semblanza sobre Fermín Salvochea y otra sobre José Nakins, dos afamados anarquistas españoles. Ofrece otra sobre Louise Michel y la Comuna de París. Presenta análisis sobre eventos en Madrid, Barcelona, Chicago, Perú, Alemania e Inglaterra. Ya González Prada no es el filósofo de la nación peruana sino el de la comunidad internacional. Ya no es positivista sino anarquista. Enseña a sus lectores qué es la anarquía y cuáles son los deberes anárquicos. Al distinguir entre esta doctrina y el socialismo hace eco de la disputa acaecida entre Marx y Bakunin. La lucha de los obreros es una lucha mundial.

     Estas tres perspectivas, la de la liberación de un Perú en escombros, la fotografía de un Perú tanto cosmopolita como andinista, y el análisis de un mundo desde la perspectiva del obrero forman un prisma para ver el país desde diferentes ópticas. Esta colección que tiene usted, querido lector, entre las manos es un manual para entender al Perú y su ubicación en el mundo en el pasado, el presente y el futuro. Como dijo el maestro en “La muerte i la vida,” ensayo clave de Páginas libres, “Viendo de qué lugar salimos y dónde nos encontramos, comparando lo que fuimos y lo que somos, puede calcularse adónde llegaremos y lo que seremos mañana”. En esto, el gran ensayista invierte la sociología racista de su momento a un lema y un grito para un patrón metodológico para aplicar el dedo y ver dónde se puede curar el país y el globo de las enfermedades morales, sociales y políticas.

Este prólogo fue incluido en las ediciones de Páginas libresHoras de Lucha, y Anarquía, lanzadas por Revuelta editores. Manuel González Prada, Pájinas libres, “Prólogo” de Thomas Ward (Lima: Revuelta Editores, 2021), pp. 7-10.

©2021

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