La historia nacional como intertexto universal en las ideas de

Sarmiento, Martí y González Prada1

Thomas Ward

Loyola University Maryland

Leopoldo Zea (5) distingue entre dos corrientes en el pensamiento latinoamericano: 1) el que sigue “la gran tradición filosófica occidental”; y 2) el que pertenece “a la historia, la sociología o la psicología”. De estas dos tendencias, aclara Zea, “la primera, como ya se ha dicho, es calificada de universalista, la segunda de historicista”. Normalmente se evita llamar filósofos a los grandes ensayistas latinoamericanos que más bien se describen como historiadores de ideas. Sin embargo, la lección axiológica que proponen estos pensadores puede aplicarse tanto a las Repúblicas de Latinoamérica como a los países de otras regiones del mundo. Es decir que el significado que se deriva de la intertextualidad entre la historia y los textos de estos escritores tiene interés al pensamiento universal, especialmente en la época que debe ser postcolonial.

Precisamente, el concepto de nación, tema frecuente en la ensayística latinoamericana, tiene algo que decir no solo a una Latinoamérica compuesta de indígenas, africanos, orientales y europeos, sino también, por las mismas razones, a países como los Estados Unidos (anglos protestantes, italianos y irlandeses católicos, africanos, indígenas, y una diversidad de orientales y latinoamericanos) Inglaterra (anglos y pakistanis), Francia (galos y árabes), Alemania (teutónicos y turcos), el Japón (japoneses y coreanos) y la Unión Soviética (de inumerables combinaciones étnicas), etc. Aunque se puede estudiar el tema a la luz del ÿpensamiento “historicista” de una multitud de escritores latinoamericanos, por razones de tiempo, nos limitamos aquí a Sarmiento, el argentino, a Martí, el cubano y a González Prada, el peruano.

Domingo Faustino Sarmiento (Argentina: 1811-1888) es quizás el primer ensayista moderno de Latinoamérica. Sus primeros escritos, El Facundo, destacan el romanticismo, mientras que su último libro, Conflicto y armonías de las razas en América, analiza el fenómeno de América desde una perspectiva positivista. Jaime Alazraki sugiere que “la creación de un espíritu nacional y una fisonomía de nación no ha sido el problema de Sarmiento” (Alazraki 156). Sin embargo, para Sarmiento las Provincias Unidas y luego la República Argentina no eran una nación armónica. Tal vez inconscientemente, Sarmiento vio la importancia de unir los diversos elementos étnicos y culturales de la Argentina. En Conflicto y armonías se pregunta “¿Somos Nación? --Nación sin amalgama de materiales acumulados, sin ajuste ni cimiento?” (Sarmiento 37:27)2 Hay dos niveles en la preocupación de Sarmiento acerca del tema. En un nivel, como ha demostrado Daniel E. Zalazar (419-420), Sarmiento lamenta la fusión de culturas que ha ocurrido a través de la conquista. En Educación popular distingue la sociedad mestiza de la “europea” residente en las tierras colonizadas por los franceses, los ingleses y los holandeses (Sarmiento 11:37).

Llega a lamentar la situación de Indioamérica en términos bastante amargos: “¿Qué porvenir aguarda a México, al Perú, Bolivia, y otros Estados sudamericanos que tienen aun vivas en sus entrañas[,] como no digerido alimento, las razas salvajes o bárbaras indígenas que absorbió la colonización” (Sarmiento 11:38)?

Así Sarmiento no quiere la unidad nacional sin tomar en cuenta de donde vienen los elementos en que se va a basar esa unidad que definirá la nación argentina. Temprano en Facundo se acentúa una queja: “queríamos la unidad en la civilización y en la libertad, y se nos ha dado la unidad en la barbarie y en la esclavitud” (Sarmiento 7:23). En otra parte del famoso libro Sarmiento explica que por el terror Rosas “está acostumbrando a la ciudad a ser gobernada” (Sarmiento 7:93). Pregunta retóricamente a sus lectores si comprenden el proceso que Rosas realiza en Buenos Aires: “¿no veis que se está disciplinando la ciudad?” (Sarmiento 7:93) Bajo este método, “¡él concluirá la obra, y en 1844 podrá presentar al mundo un pueblo que no tiene sino un pensamiento, una opinión, una voz un entusiasmo sin límites por la persona y por la voluntad de Rosas! ¡Ahora sí que se puede constituir una República!” (Sarmiento 7:93) Implícito en la crítica del futuro presidente es el proceso de elaborar un concepto de nación para “constituir una República” en que haya una cultura nacional, una cultura común a todos los ciudadanos. El problema para Sarmiento es el origen del elemento unificador.

La solución para Sarmiento se encuentra en las ciudades que guardan la civilización. Esta civilización, la cual viene de Europa, se convierte a través de la sinécdoque, en la “Civilización”, la única existente en el mundo. Esta “civilización” se concentra en la ciudad más grande de la región, la cual va a unir a la nación: “Buenos Aires es tan poderosa en elementos de civilización europea, que concluirá al fin con educar a Rosas, y contener sus instintos sanguinarios y bárbaros” (Sarmiento 7:61). Sin embargo, la situación de la Argentina no es estática. Por una parte “la pampa es un malísimo conductor” por donde la civilización puede pasar (Sarmiento 7:23). Por lo tanto, es difícil que la ciudad gane sin ayuda. Por otra parte, las ciudades de provincia corren riesgo durante la época de Rosas: “Buenos Aires puede volver a ser lo que fue, porque la civilización europea es tan fuerte allí, que [a] despecho de las brutalidades del gobierno[,] se ha de sostener. Pero en las provincias ¨¿en qué se apoyará?” (Sarmiento 7:68) Sarmiento resuelve el problema al proponer que el destino de la Argentina es admitir la inmigración europea no española a todas partes del país: “¿Hay en la América muchos pueblos que estén, como el argentino, llamados, por lo pronto, a recibir ÿla población europe[a] que desborda como el líquido en un vaso?” (Sarmiento 7:12). Así en Sarmiento la manera en que se puede resolver el conflicto es admitir europeos (los de la raza blanca) para fortalecer las ciudades argentinas. Sólo de esta manera la civilización puede prevalacer sobre “la inmensa extensión de la República Argentina” (Sarmiento 7:14).

José Martí (Cuba: 1853-1895) es quizás el ensayista más ilustrado y equilibrado de todos en cuanto a nuestro tema. Su compromiso a Cuba es tal que Cintio Vitier dijo una vez que “Sería difícil citar otro caso de identificación de un país con un hombre, que alcance la magnitud de la encarnación de Cuba en la persona y la obra de José Martí” (Vitier 11). Un concepto fundamental en los escritos de Martí sobre Cuba es la noción de nación. Su modelo predilecto era, desde luego, Cuba. En su biografía sobre Martí, Ezequiel Martínez Estrada hace la siguiente afirmación: “Para Martí Cuba será dechado de Nación, precisamente por sus inconmensurables desdichas, en cuanto adquiera la soberanía y autodeterminación para obtener su plentitud de vida y destino...” (Martínez Estrada 73). El tiempo futuro que emplea el biógrafo de Martí en este lugar denota la tarea que esbozará Martí para liberar lo que Martínez Estrada denomina “la nación invadida” (Martínez Estrada 86).

A los dieciocho años Martí ya percibe un problema con el concepto de “integridad nacional” propuesto por los políticos españoles que siguieron ejerciendo dominio sobre Cuba (Martí 1:48 y ss.). Al meditar esta noción de “integridad nacional” en El Presidio político en Cuba Martí tiene que reprochar a los españoles: “Hicisteis mal”, les informa (Martí 1:48). El concepto de “integridad nacional” es una hipocresía porque no pretende incluir los diversos elementos de que componen la patria. Es una expresión codificada para que el elemento europeo (peninsular) domine el americano (cubano). Por esto el joven Martí afirma que “Los voluntarios son la integridad nacional” (Martí 1:62). En fin la integridad incluye a los voluntarios, la fuerza urbana, la milicia de los pensinsulares (Carr 308), también al comandante y el presidio mientras que, paradógicamente, cantan y aplauden los “diputados de la nación” (Martí 1:63). La “Integridad Nacional” de los diputados peninsulares es un “sueño” (Martí 1:66) que “conmueve, y engrandece, y entusiasma aquí [en España]” (Martí 1:65) mientras que “...deshonra, azota, asesina allá [en Cuba]” (Martí 1:65). Aunque la pasión de Martí es mucha, en El presidio político en Cuba tiene esperanza que el gobierno español va a dejar de tratar de fundir dos realidades en una dominada por la más fuerte: “aunque tanto se empeñan en fundir en una estas dos existencias, España tiene todavía para mí la honra de tenerlos separados” (Martí 1:70).

Así, como hemos visto en Sarmiento, también en Martí hay conflicto entre lo europeo y lo autóctono, pero no entre civilización y barbarie. La perspectiva de Martí se distingue substancialmente de la de Sarmiento. El conflicto para Martí, permanece entre el artificio y la naturaleza: “No hay batalla entre la civilización y la barbarie, sino entre la falsa erudición y la naturaleza” (Martí 6:17). La falsa erudición para Martí son tratados políticos del extranjero que no tienen nada que ver con la realidad nacional.

De una manera, una tendencia semejante se nota en Sarmiento cuando critica una biografía de Simón Bolívar por imponer normas europeas a una figura americana: “en esta biografía, como en todas las otras que de él se han escrito, he visto al general europeo, los mariscales del Imperio, un Napoleón menos colosal; pero no he visto al caudillo americano, al jefe de un levantamiento de las masas; veo el remedo de la Europa, y nada que me revele la América” (Sarmiento 7:15).

Sin embargo, la actitud contraria no es constante en Sarmiento. Aunque puede distingir la distorción que el lente europeo puede hacer al describir la realidad americana, no deja de predicar la inmigración europea. En cambio, Martí, como si estuviera respondiendo a la crítica de Pierre-Joseph Proudhon sobre las leyes no naturales, llega a entender la importancia de crear leyes que coinciden ÿcon el medio nacional: “...el buen gobernante en América no es el que sabe cómo se gobierna el alemán o el francés, sino el que sabe con qué elementos está hecho su país, y cómo puede ir guiándolos en junto, para llegar, por métodos e instituciones nacidas del país mismo, a aquel estado apetecible donde cada hombre se conoce y ejerce, y disfrutan todos de la abundancia que la Naturaleza puso para todos en el pueblo que fecundan con su trabajo y defienden con sus vidas” (Martí 6:17).

Martí va más allá al definir el estado natural del mundo humano: “Todo lo que divide a los hombres, todo lo que los especifica, aparta o acorrala, es un pecado contra la humanidad” (Martí 2:298). Es notable que Martí pudo llegar a tal posición, ya que durante aquella época se agitaba el llamado “peligro negro” (Vitier 13). A pesar de la sociedad donde se crió Martí, el revolucionario cubano propone una sociedad ÿen que todas las razas tienen los mismos derechos humanos: “El hombre no tiene ningún derecho especial porque pertenezca a una raza u otra: dígase hombre, y ya se dicen todos los derechos” (Martí 2:298). El indígena, el negro, el campesino, todos tienen valores, y todos merecen la libertad.

Manuel González Prada (Perú: 1844-1918) era contemporáneo de Martí. Se caracteriza por elementos positivistas, nihilistas y anarquistas. Al madurar su pensamiento se acentuaba la tendencia anárquica. Concebía al Perú no como nación sino como conglomerado amorfo y enfermo. El Perú se presenta con una falta de armonía entre blancos, indígenas, negros y orientales: “no merece llamarse república democrática un estado en que dos o tres millones de individuos viven fuera de la ley” (Horas de lucha 339). Reaccionando al racismo del blanco, González Prada llega a un punto de vista extremo en que propone que los de raza blanca ÿo pertenecen a la nación peruana: “No forman el verdadero Perú las agrupaciones de criollos y extranjeros que habitan la faja de la tierra situada entre el Pacífico y los Andes; la nación está formada por las muchedumbres de indios diseminadas en la banda oriental de la cordillera” (Páginas libres 45-46). Su visión está más equilibrada en otro lugar. Como Martí, González Prada concibe a todas las razas de una sola naturaleza: “No creemos mucho en las profundas diferencias de raza” (Anarquía 81).

El problema de las razas no unidas tiene que ver con el eurocentrismo que proviene del colonialismo. Si antes Madrid dominaba a Lima, ahora Lima domina a la sierra. El problema de los políticos tiene que ver con el caudillaje y el egoísmo. Si Martí propuso la unidad nacional a través de la extirpación del racismo, González Prada pretende lograrla por medio de la libertad económica: “la emancipación de la clase obrera debe ser simultánea con la emancipación de las demás clases” (Anarquía 21).

Para ser nación hay que aceptar la libertad de los ciudadanos: “Si el Perú blasona de constituir nación, debe manifestar dónde se hallan los ciudadanos --los elementos esenciales de toda nacionalidad--. Ciudadano quiere decir hombre libre” (Bajo el oprobio 91). La única manera de lograr la libertad es a través de la educación y la armonía de todos y para todos. La necesidad de rebelarse para mejorar las condiciones del ser ÿhumano y para el bien estar del Perú es implícita en toda la obra de González Prada. Sin embargo, la nación no debe ser el ideal más importante. Hay que ir más alla, habría que superar el nacionalismo a favor de la humanidad: “Quien habla de sí mismo, de su familia o de su nación, merece un auditorio reducido; pero quien habla en nombre de la Humanidad tiene derecho a ser eschuchado por todos los hombres” (Nuevas páginas libres 71). Lo que importa no es la nación sino la Humanidad: “nuestros verdaderos hermanos no están en los individuos que tienen nuestra misma nacionalidad, sino en todos los ÿhombres que batallan por la verdad y la justicia“ (Nuevas páginas libres 74). Así en González Prada lo que importa es la igualdad entre no solo las razas sino también entre las clases sociales y entre los sexos. Para lograr su meta, González Prada, sí como Martí y Sarmiento, propone la educación.

En conclusión, los tres escritores buscan una nación basada en ciertas características étnicas. Domingo Sarmiento busca la civilización europea como fuerza unificadora. Bajo su modelo los elementos mestizos e indígenas se eliminarán bajo el ejemplo de las leyes, la política, y la cultura europeas. José Martí propone la “nación natural“, la cual será gobernada por leyes autóctonas y lograda por la autocrítica. Se caracteriza por la armonía de los diversos elementos sociales. Por su parte, Manuel González Prada propone rechazar violentamente el colonialismo para que el indígena recupere sus tierras y vidas perdidas. Aunque González Prada se presenta al otro extremo de Sarmiento, hay que tener en cuenta que es la primera fase de su plan. La segunda propone una sociedad anarquista, libre de clases sociales, pero antes de llegar a esa etapa, habrá que concentrar en la primera, la destrucción del poder del blanco.

Se podrá observar que en Sarmiento el proceso de conquista (europeos a americanos indígenas) continúa mientras que en Martí se estabiliza (europeos, africanos y americanos) a la vez que el primer González Prada parece (por el hipérbole) ponerlo al revés (indígenas a europeos). La axiología universal, aplicable a todas las naciones de diversas etnias, que se presenta en la intertextualidad entre historia y escritura de estos tres escritores, es que no se debe ir al extremo de una cultura, la tesis (Sarmiento: cultura europea), ni al otro, la antítesis (el primer González Prada: cultura indígena) sino a la síntesis hegeliana de las culturas, el equilibrio de los diversos grupos étnicos, en el sentido nacional (José Martí) y en el sentido universal (el segundo González Prada).


Notas

1Este estudio se publicó anteriormente, Thomas Ward, “La historia nacional como intertexto universal en las ideas de Sarmiento, Martí y González Prada“, Literatura como intertextualidad: IX Simposio Internacional de Literatura, Buenos Aires: Vinciguerra, 1993, pp. 261-267. Luego diferentes partes se incorporaron en Thomas Ward, La resistencia cultural. La nación en el ensayo de las Américas. Lima: Universidad Ricardo Palma, 2004, como por ejemplo sobre Sarmiento, p. 54; sobre Martí, p. 142; y sobre González Prada, p. 171.

2En este estudio se ha modernizado la ortografía de las citas de los autores. Así tenemos “a” por “á”, “istmo” por “Istmo”, y Napoleón por Napoleon. Por otra parte se ha usado la forma ortográfica preferida, como “México” por “Méjico”.


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