UNA LECCION 1



     No somos redactores de La Idea Libre ni venimos a defender causa propia: sólo queremos protestar de hechos brutales y manifestar nuestras simpatías hacia un combatiente valeroso y noble2.

     Habíamos tenido gobiernos que destruyeran o cerraran imprentas, habíamos visto seides y potentados que apalearan escritores; pero nunca habíamos presenciado el espectáculo novísimo que nos ha ofrecido El Comercio: un diario que se arma en guerra y va, no sólo a destrozar prensas y deteriorar un edificio, sino a garrotear, infamar y tal vez suprimir al redactor de un semanario radical.

     ¿El motivo? una cuestión de prensa, el miedo a un ataque de pluma. ¿Qué personajes, qué semidioses, qué divinidades son estos hombres que no admiten la discusión de sus ideas ni soportan el análisis de sus vidas? Estamos en presencia de unos cuantos individuos que presumen de infalibles y se declaran intangibles. Insultan y no quieren ser insultados, provocan y no sufren la contradicción, perpetran un delito y llaman delincuente a la víctima, acometen con el garrote del palurdo y se quejan de verse rechazados con el arma del caballero. Se les debe preguntar si se muestran audaces y descarados porque se atienen a sus propias fuerzas o porque se hallan seguros de la impunidad, resguardados por los excelsos encubridores de Pazul. Sesenta años hace que El Comercio vive defendiendo todas las malas causas, escarneciendo todos los buenos propósitos y mancillando la honra de todas las personas honradas; pero ya no le basta el lodo y pide sangre: el escatófilo quiere transformarse en tigre.

     Felizmente, el conato de homicidio se ha convertido en escarmiento moralizador y oportuno. Tassara nos ha dado una lección de energía: la necesitábamos. No la olvidarán todos los que manejan la pluma. La recordarán también los pandilleros que se figuran cosa muy fácil y muy sencilla el estampar los puños en una cara o blandir el garrote en unas espaldas.

     Al escribir estas líneas, nos hacemos el eco de la indignación pública: no es únicamente un hombre, es todo el pueblo de Lima quien abofetea el ensangrentado rostro de El Comercio.

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El índice de Propaganda y ataque.

El porvenir nos debe una victoria, prosa y poesía de Manuel González Prada.

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Notas

     1El 3 de mayo de 1902, en lo más encendido de una polémica entre dos periódicos de Lima, La Idea Libre y El Comercio, un grupo de redactores y tipógrafos de este último diario (capitaneado por Luis Miró Quesada, hijo del director–propietario de El Comercio) asaltó las oficinas de La Idea Libre, abaleó a los redactores y deterioró las maquinarias. Revólver en mano, Glicerio Tassara —director de La Idea Libre— trató de repeler el ataque. En la refriega, Luis Pazos Varela (uno de los agresores, mozo de veinte años) cayó herido de muerte. Ileso de las balas, pero con feroces magulladuras de garrote y manopla, Tassara fue arrestado y sometido a juicio criminal. Después de una larga detención en la Cárcel de Guadalupe, fue absuelto por los Tribunales de Justicia, gracias a la brillante defensa de su abogado Quimper [AGP].

     A raíz del ataque, los redactores de La Idea Libre lanzaron un “boletín” explicando los sangrientos sucesos. En una hoja suelta —que lleva fecha del 6 de mayo de 1902 y pie de imprenta de un taller comercial de Lima— publicó González Prada “Una lección”.

     El lector hallará comentarios adicionales sobre el asalto a La Idea Libre es el artículo siguiente, “La ley del palo” [AGP].

     2El 8 de jueves de mayo, Germinal: Organo de la Unión Nacional publicó tres elementos, comenzando desde la primera página (pág. [275]) con 1) “La Unión Nacional y La Idea Libre”, una carta, en que se resolvió que “pasara nuestro periódico á ser dirigido y redactado exclusivamente por” Alfredo L . Baldassarri, director de La Idea Libre; 2) “La Idea Libre” artículo anónimo que expone y analiza lo ocurrido en La Idea (págs. [275]–278); y 3) “Una lección” (pág. 278) cuyo autor figura como Manuel G. Prada [TW].

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