EL HONRADO Y EL DEVOTO 1



     Con Morales Bermúdez tuvimos al honrado, y al valiente, con Romaña estamos en camino de poseer al honrado y al devoto.

     En estos últimos meses se ha lanzado a la circulación un axioma singular y muy práctico: “Siendo honrado un Presidente, no importa el género de ideas que profese”. Por consiguiente, los radicales del rojo más subido, no hacen mal cuando favorecen la candidatura a la Presidencia de un honrado conservador del tinte más oscuro. (Aquí vendría muy al caso preguntar si los conservadores favorecerán a su vez la candidatura de un radical honrado; pero dejemos semejante cuestión y sigamos ... ) .

     Aceptada como artículo de fe la honradez de Romaña, no debe sorprendernos que los Civilistas y muchos que hasta hoy se jactaron de liberales se agrupen al rededor del candidato oficial: Romaña es un hombre honrado y no hay más que decir.

     El cajero que presenta un balance exacto, el notario que no falsifica documentos ni suprime expedientes, el síndico que religiosamente administra los bienes de la comunidad, el albañil que emplea buenos materiales y no cobra un céntimo más allá de lo pactado, el mandadero de monjas que hace todos los encargos sin sisar en el carbón ni en la leña, son personas muy honradas. ¿Sirven, por ese único motivo, para embajadores, jueces, diputados, ministros o presidentes?

     Un pueblo donde la honradez privada figura como una especie de mirlo blanco, donde el no valerse de las uñas sirve de título suficiente para conseguirlo todo, sugiere indicios de ser una especie de feria en que abundan el escamoteador y el pickpocket. No: la honradez privada se exige a todos, se presupone como cualidad indispensable en los que aspiran a ejercer el mando: nadie quiere ser gobernado por Ginesillo de Pasamonte ni por una rata de La Gran Vía.

     La honradez política se resume en manejarse conforme a las convicciones que se profesa; así, a la mayor honradez política de un hombre corresponden mayor energía y constancia en profesar y sostener sus ideas. Romaña ¿posee tal honradez? El político verdaderamente honrado no permite que su nombre sirva de bandera para cubrir el contrabando. ¿Ignora el candidato oficial los abusos que se cometen para imponer su candidatura? Sabe las cosas y se hace de la vista gorda: ¡honradez bien elástica!

     Pero, demos que Romaña sea en honradez política y privada lo que fueron San Luis Gonzaga en la pureza y San Vicente de Paul en la caridad; que por antonomasia merezca llamarse El Honrado: como sabemos que blasona de católico intransigente y rabioso, no cederá un ápice en lo que se figure columbrar un ataque a los intereses de la Religión. Tendremos un Presidente que en los conflictos religiosos pronunciará esta sola frase: “Antes que todo, el Catón cristiano”.

     Un hombre muy honrado (entendiéndose por honradez la limpieza de manos) puede ser intolerante, despótico, inhumano, sanguinario. Torquemada no capitaneó cuadrillas en Sierra Morena ni el cura de Bambamarca ha salido a robar en los caminos. ¿Quién sabe lo que Romaña dará de sí? Hasta hoy no presenta más garante que Piérola: el garantizador no sugiere buena idea del garantido.

     Sin embargo, ya vislumbrarnos algo de lo que resultaría Romaña en el mando supremo. El hombre que en un corrillo de la Cámara de Diputados exclama: “En asuntos religiosos me declaro intransigente y capaz de ir hasta la revolución”, puede muy bien decir cuando tenga en sus manos el destino de la República: “En materia de Religión no transijo y en caso necesario voy hasta violar las leyes y suprimir al librepensador y al hereje”.

     Pero, no sólo se persigue y se extermina como un García Moreno en el Ecuador; también se corrompe y se narcotiza como un Núñez en Colombia. Sin entrar en el terreno vedado, sin violar la Constitución ni las Leyes, un Gobierno ultramontano y retrógrado dispone de medios para convertir al país en un conventículo de la Edad Media, ¿Hay, por ejemplo, ley que prohiba confiar la instrucción pública a las congregaciones docentes?

     En un pueblo esencialmente venal como el nuestro, aquí donde no existen convicciones capaces de resistir a la seducción del oro, un Presidente retrógrado daría un tinte clerical a la turbamulta de las Cámaras y conseguiría abrogar las pocas leyes algo liberales que poseemos. ¿No hubo Congresos sometidos ayer a Dreyfus, hoy a Grace? Por lo pronto, ya vemos el trabajo preliminar en la renovación del tercio: gran número de presbíteros sale a batallar con los liberales, mientras algunos candidatos seglares hacen verdaderas declaraciones de fe para granjearse las simpatías del Gobierno. No faltará un presunto senador o diputado que alegue pruebas escritas de haber comulgado en Pascua Florida.

     Para encarecernos la sensibilidad y el buen corazón de Romaña, se refiere que al fin de la primera Legislatura donde se había estrenado como senador, lloraba en los brazos de una respetable amiga, recordando todas las trapisondas y todos los enjuagues que había presenciado y manifestando su firme resolución de no intervenir jamás en la nauseabunda política nacional. Eso no impidió que a la legislatura inmediata viniera, de los primeros, a ocupar su asiento, probablemente llorando, como tal vez llora hoy al aceptar su candidatura, y como de fijo llorará mañana cuando llegue la hora de encarcelar, desterrar o tostar herejes y librepensadores. Ya conocemos la exquisita sensibilidad de los buenos sujetos que se crían un pavo, le engordan, le matan la noche de Navidad, y el primer día de Pascua derraman un par de lágrimas al saborear el relleno y la pechuga de su amigo el pavo.

     Por más que digan los apóstatas y los renegados, Romaña significa una amenaza, no sólo religiosa sino política, administrativa y hasta financiera; candidato oficial y de ningún modo popular, mandatario impuesto y no elegido, será el encubridor de todas las ilegalidades y fechorías cometidas por el actual Gobierno. El que hoy se humilla tanto a su favorecedor, el que antes de probar virtudes cívicas descubre ya curvaturas y genuflexiones de cortesano y tal vez de lacayo ¿puede mañana ser capaz de consentir en que salgan a luz las presentes irregularidades en el manejo de los fondos públicos?

     Es otro el papel del honrado y del devoto.

     En los diarios europeos suelen figurar avisos como éste:

“Una señorita de buen carácter, no fea, de veintidós años, dotada en trescientos mil francos, pero con una tacha, desea contraer matrimonio con un hombre honrado aunque no de fortuna ni muy joven”.

     Naturalmente, muchos saltan a ofrecer su mano, y algún hombre honrado borra la tacha, o más propiamente hablando, reconoce y legitima el bulto.

     En el presente caso, Romaña es el vir bonus que acepta una Presidencia con tacha. Ni más ni menos.

     Si por un albañal figuramos el Gobierno de Piérola, debemos representarnos a Romaña como la tapa elegida para mantenerle herméticamente cerrado.

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Notas

     1Publicado en Germinal de Lima, 4 de febrero de 1899. Don Eduardo L. de Romaña —elegido pocos meses después Presidiente de la República— era, en los momentos en que fue escrito este artículo, el candidato oficial impuesto por el Presidene Piérola [AGP].