***TERCERA PARTE***1

     

VIJIL1

     Francisco de Paula González Vijil nació en Tacna el 13 de setiembre de 1792.

     En los Apuntes acerca de mi vida, o breve autobiografía inédita que redactó en Diciembre de 1867, dice:

     “Mis padres fueron el señor don Joaquín González Vijil y la señora doña Micaela Yañez. Era yo el primogénito de mis hermanos, y por esta circunstancia me dedicaron mis padres al estudio.

     Recibí la beca en el seminario conciliar de Arequipa el 16 de Julio de 1803, cuando era obispo el señor Chávez de la Roza, insigne protector, padre del colegio. Estudié Gramática, filosofía, Matemáticas y Teología.

     El 12 de Setiembre de 1812 me gradué de doctor teólogo en la universidad de San Antonio de Cuzco. Regresé por Arequipa a Tacna, donde estudié el Derecho Natural con el señor cura doctor don Juan José de la Fuente y Bustamante.

     En 1815 me invitó el señor obispo la Encina con el vicerrectorado y la cátedra de Teología en el seminario, si estaba resuelto a ordenarme. Emprendí mi viaje a Arequipa, entré a ejercicios en la misma casa del señor obispo; y aterrado a vista de lo que iba a hacer, me fugué la víspera de la ordenación. Después de algunos días, me presenté al señor obispo, quien me recibió con los brazos abiertos. Me dió la cátedra de Filosofía y Matemáticas en el colegio.

     En 1817 me enfermé gravemente, y me vino otra vez el pensamiento de ordenarme, lo que apoyó mi director espiritual el venerable padre fray Mateo Campló. Me ordenó de subdiácono en Diciembre de 1818, de diácono en Marzo de 1819 y de presbítero en Setiembre del mismo año el señor Goyeneche, que de antemano me nombrara vicerrector y catedrático de Teología. Fuí a Tacna a decir la primera misa.

     En 1822 hice oposición a la silla magisterial del coro de Arequipa. En 1823 me separé enteramente del seminario y volví a Tacna”...

     Los Apuntes no derraman mucha luz sobre lo conocido desde 1823 hasta 1826. Acaso esos tres años fueron una época de violentas crisis a lo Jouffroy o de interminables combates a lo Lamennais. ¿Por qué la separación misteriosa i súbita del seminario? ¿Por qué sólo venirle otra vez el pensamiento de ordenarse cuando se vió enfermo de gravedad, probablemente cuando el cerebro no estaría en el ejercicio libre de sus funciones? Esa fuga o escapada en 1815, la víspera de la ordenación, ¿s’esplica por exajerado escrúpulo del buen creyente o por instintiva repugnancia del hombre sin fe a dejarse investir de carácter relijioso? Quién sabe si Vijil se consagró a la carrera eclesiástica, no por inclinación espontánea, sino por una de aquellas vocaciones artificiales fomentadas en el seno de las familias católicas. Tal vez la frase “me dedicaron mis padres al estudio” debe de interpretarse por “me dedicaron mis padres a la carrera eclesiástica”.

     Vijil calla prudentemente las circunstancias que rodearon su ordenación i ciñe sus confidencias a decir que se ordenó de buena fe; pero en otro lugar de sus Apuntes confiesa que desde su primer viafe a Lima, en 1826, se fué trasformando poco a poco, en ese nuevo teatro, al influjo de nuevas ideas. I se concibe, aunque se concibe también que para la trasformación moral de un individuo no basta el poder del medio ambiente sin la docilidad del organismo.

     Con la entrada del Ejército libertador a Lima, se coló en el vetusto palacio de los virreyes una ráfaga del espíritu moderno, i la ciudad nacida, según la espresión d’Edgard Quinet, “con las arrugas de Bizancio”, ostentó en su semblante la belleza i lozanía de la juventud. Hubo un impulso jeneral de ir adelante, impulso que fácilmente se habría cambiado en estagnación o retroceso, si los españoles hubieron ganado la batalla de Ayacucho. Los hombres que sijilosamente, como practicando un delito, habían devorado un libro trunco de Voltaire o Rousseau, espresaban libremente su incredulidad i su liberalismo. Los realistas empedernidos se daban por republicanos de antigua data, los clérigos se afiliaban a las lojias masónicas, i los poetas que habían sido cortesanos de virreyes i cantores de madres abadesas, se convirtieron en Apolos de Bolívar i Sucre. Nada estraño, pues, que en semejante atmósfera, un hombre como Vijil perdiera la fe o acabara de perderla.

     El filósofo sucede al creyente; pero en los primeros escritos el política refrena los arranques del propagandista. Juzgando inconveniente i hasta perjudicial descubrir de improviso toda su manera de pensar, no ataca ningún dogma, i en sus disquisiciones canónigas i curialísticas se limita sólo a preparar el terreno para labores más radicales. Sin embargo, con sus actos revela lo que no dice con sus palabras: desd’entonces, aunque conserva el hábito sacerdotal, no ejerce ninguna función eclesiástica i renuncia toda dignidad que en la Iglesia le ofrecen los Gobiernos. A pesar de su difícil situación pecuniaria, no acepta una canonjía en el coro de Lima ni el decanato en la diócesis de Trujillo. “Dejé, dice, al clérigo entregado a teólogos y canonistas con sus cuestiones, y me quedé de hombre y ciudadano”.

     Como terreno para ejercer su actividad, o más bien, como sucedáneo de las ocupaciones relijiosas i docentes, escojió la política i se lanzó a la palestra con todo el entusiasmo de la juventud. Hacía mui pocos años de la Independencia i duraba la hora de las ilusiones. Figurándose que l’América del Sur formaría en breve tiempo repúblicas iguales o superiores a los Estados Unidos, todos los hombres de buena voluntad querían prestar su continjente i consideraban como delito l’abstención. Bolívar no había pronunciado sus desconsoladoras palabras: “La América es ingobernable. Los que han servido a la revolución han arado en el mar. La única cosa que se puede hacer en América es emigrar”.

     La vida pública de Vijil empieza en 1826 al ser electo diputado por Tacna. De ahí en adelante lleva una existencia variada i activa. Así, de 1826 a 1830 emprende por motivo de salud un viaje a Chile, en 1831 se gradúa de doctor en derecho, desde 1831 hasta 1834 desempeña con algunos intervalos el rectorado del Colejio de la Independencia en Arequipa, de fines de 1836 a principios de 1838 ocupa en Lima el puesto de bibliotecario. Publica también artículos en algunos diarios, compone 3 libros de largo aliento, asiste a las sesiones de los Congresos i emprende viajes a Lima, Tacna, Arequipa, etc.

     En los Apuntes dice:

     “En 1826 vine a Lima como diputado por la provincia de ni nacimiento; asistí a las juntas preparatorias, y no firmé la representación que hicieron cincuenta y dos diputados pidiendo que se suspendiera la instalación del Congreso, como sucedió...

     En 1827 fui elegido nuevamente diputado, y aunque mi salud no se hallaba en buen estado, concurrí a las sesiones que acabaron en 1828. Escribí algunos artículos en el Eco de la Opinión. Concluido el Congreso, navegué para Chile en busca de la salud, contando con lo que había economizado de las dietas de diputado, y regresé a Tacna en 1830.

     Elegido diputado en 1831 para el Congreso de 1832, fuí a Arequipa, pues el Supremo Gobierno me había nombrado rector del Colegio de la Independencia. Recibí en la Universidad de San Agustín de Arequipa el grado de doctor en derecho, por haber sido de los miembros fundadores de la Academia lauretana. De Arequipa vine a Lima por la segunda vez, como miembro de la Cámara de diputados y entonces se hizo la acusación en que tuvimos parte veintidós diputados (1832).

     En 1833 fuí elegido diputado a la Convención por mi provincia y por la de Arequipa. Escribí en el Constitucional de esa época; y confieso ahora, arrepentido y avergonzado, que me dejé llevar de la exaltación de partido, como lo he notado en el ejemplar de la Biblioteca y otro mío, número 20, el 15 de febrero de 1834...

     En Tacna hice oposición el 14 de Marzo de 1836 en una junta pública, al conato de varios sujetos para que la provincia se separase de la capital de la República y de la del departamento y se pusiese bajo la protección del General Santa Cruz, Presidente de Bolivia, que se hallaba de auxiliar en el Perú.

     En 1839, después de la victoria de Yungay y la caída de la Confederación, contradije al comisionado del Prefecto de Arequipa, que llevaba el encargo de trabajar en reducir el nuevo departamento a su antiguo estado, reincorporando sus provincias al departamento de Arequipa... Poco después fui conducido por soldados, para ir al destierro, de orden del General que entonces ejercía poder absoluto en el Sur, lo que tuvo la aprobación del Presidente Gamarra: me creyeron cómplice en la Confederación... El 28 de julio zarpó para Valparaíso, buque que nos llevaba desterrados.

     De Chile volví a Tacna en Enero de 1840”.

     L’actividad en la vida pública de Vijil terminó por 1845 cuando vino por segunda vez a desempeñar en Lima el cargo de bibliotecario. Tenía ya concluida la primera parte de su obra Defensa de l’autoridad de los Gobiernos contra las pretensiones de la Curia romana, i de ahí en adelante, vivió esclusivamente consagrado a sus estudios predilectos i publicación de sus escritos.

     No quiere ya mezclarse en la política militante i hasta s’esquiva de intervenir en las discusiones parlamentarias, alegando por escusa el mal estado de su salud. Así, en 1851 asiste mui poco a las sesiones del Congreso i en 1866 s’exime de admitir la senaduría. Quién sabe sentía el prematuro cansancio de la edad, quién sabe estaba desengañado de la vida pública. Habían trascurrido algunos años desde la Independencia i se cumplía la predicción de Bolívar.

     “Estos países caerán infaliblemente en manos de la multitud desenfrenada para pasar después a las de tiranuelos casi imperceptibles, de todos colores y razas, devorados por todos los crímenes y estinguidos por la ferocidad”.

     Aunque fué ocho veces electo diputado i una vez senador, aunque luchó con denuedo i enerjía en las Cámaras o fuera d’ellas, Vijil nunca figuró en sitio culminante ni pudo ejercer acción decisiva i capital sobre los graves acontecimientos del país. Con su carácter de clérigo laico se había colocado en situación delicadísima. En pueblos como Francia, un Lakanal es miembro de l’Academia de Ciencias, un Daunou par, un Sieyés director i cónsul, pero en naciones como el Perú, el clérigo que rompe con la Iglesia vive condenado al aislamiento, a una especie de secuestro social. Dichoso si le dejan morir en calma. Vijil ministro de justicia, Vijil vocal de una corte, Vijil presidente de la República, habría suscitado una oposición jeneral. Por eso, mientras clérigos públicamente simoníacos i libertinos, pero ortodojos, eran ministros i obispos, él, públicamente impecable, pero heterodojo, murió de simple bibliotecario.

     Con sus ideas políticas no produjo tanto ruido como con sus ideas relijiosas: se manifestó siempre republicano moderado, liberal a estilo de los revolucionarios franceses de 1848. Defendió la libertad de consciencia, la tolerancia de cultos, el matrimonio civil i el divorcio; pero siempre tuvo la concepción romana del Estado omnipotente. Así, al quitar a la iglesia los privilejios i l’autoridad suprema sobre las consciencias, no lo hacía tanto para emancipar completamente al individuo cuanto para consolidar i ensanchar,el poder del Estado.

     Como siempre sostuvo las mismas convicciones, como permaneció firme i leal mientras sus antiguos correlijionarios cedían i prevaricaban, se rodeó de inmenso prestijio, aunque no discípulos o imitadores. Mil aplaudían su actitud i le daban razón; nadie le imitaba o le seguía. Confinado en su biblioteca, representaba el papel de jefe honorario de un partido liberal sin liberales, como quien dice, jeneral de un ejército sin soldados.

III

     Pero al ahuyentarse de l’arena política, Vijil no se introdujo en campo más tranquilo. A las ajitaciones del hombre público sucedieron las penurias del escritor, el ímprobo afán de años enteros en conseguir recursos para costear la impresión de sus libros. Su primera obra, empezada en 1836 i concluida en 1845, no pudo salir a luz hasta 1848 i 1849.

     “En 1845, dice en los Apuntes, vine por la cuarta vez a Lima a buscar suscripciones para imprimir la primera parte de la obra, interrumpida en el destierro y concluida en Tacna después del regreso.

     Mucho he sufrido en la impresión de mis escritos por falta de fondos para costearla. Muchas vergüenzas he pasado. Escribía a sujetos de esta capital y de fuera de ella para que me hiciesen el favor de buscarme suscripciones; y como éstas no alcanzaron a los gastos hechos, quedé adeudado y tuve que enajenar dentro de la familia la parte que me tocaba entre mis hermanos para pagar a mis acreedores...

     Publicada la obra en 1848 y 1849, la condenó en un breve especial el papa Pío IX a solicitud del señor arzobispo de esa época. Con motivo de la condenación escribí una carta al Papa y analicé su breve: la carta y el análisis fueron condena dos por la Congregación del Índice, lo que fué plenamente aprobado por el Pontífice”.

     Dos condenaciones seguidas: no bastó mas para que Vijil convirtiera en objeto de admiración para unos i materia d’escándalo para otros. Un hereje que, en lugar de amilanarse con los anatemas, erguía la cabeza i s’encaraba con el Sumo Pontífice, era cosa nunca vista en el Perú. Olavide no había sido más que un hereje inédito, un impío de salón, un seudo filósofo que terminó por arriar bandera i cantar la palidonia.

     Soportando los insultos i calumnias de la jente santa, sin protección alguna de los Gobiernos, atenido a sus propias fuerzas, Vijil continuó por más de veinticinco años en su obra de propagandista i defensor del Estado contra la Iglesia. Los Apuntes contienen la enumeración de sus principales trabajos.

     “En 1852 publiqué el Compendio de la obra ordenada y un cuaderno de Adiciones a la Defensa de l’autoridad de los Gobiernos contra las pretensiones de la Curia romana, á que siguió luego la condenación.

     En 1856 publiqué la segunda parte, Defensa de la autoridad de los Obispos, y en 1857 su Compendio, así como la Ojeada al Equilibrio, segunda edición aumentada de la que hice en 1853...

     En 1858 hice publicar en Bruselas un volumen contra la Bula dogmática de 8 de Diciembre de 1854.

     En 1859 compuse y se publicó el Catecismo patriótico. En 1861 el Compendio de los Jesuítas. En 1862 el tomo primero de los Opúsculos sociales y políticos; otros se hallan impresos separadamente ó en periódicos y la mayor parte inéditos. Escribí en el Constitucional de 1858; en la América y en la Democracia de 1862. En 1863 publiqué la obra de los Jesuítas. Publicados están igualmente en 1863 cinco opusculos sobre tolerancia y libertad civil de cultos y otro en defensa de los anteriores; corren éstos en un volumen.

     También en 1863 publiqué un Manual de Derecho público eclesiástico para el uso de la juventud americana y unos Diálogos sobre la existencia de Dios y de la vida futura. Uno y otro trabajo fueron condenados por la Congregación del Índice el 25 de Abril de 1864, lo que fué aprobado por el papa Pío IX el 29 del mismo mes. Con motivo de la condenación de los Diálogos, en que defendí la existencia de Dios y de la vida futura, tengo escrita una segunda carta a Pío IX, que no he querido remitírsela.

     En 1867 he trabajado la impugnación de un folleto intitulado Examen comparativo de la monarquía y de la república. Además un Bosquejo histórico de Bartolomé de las Casas, Defensa de Bossuet y de Fenelón, y varios opúsculos sobre diferentes acontecimientos del año”.

     Como se ha visto ya, Vijil redactó los Apuntes en Diciembre de 1867; pero algunos años después, agregó esta nota bibliográfica:

“Posteriormente se ha publicado un volumen en 1871 que contiene mis tres cartas a Pío IX, la primera con motivo de la condenación de la Defensa de la autoridad de los Gobiernos, la segunda por la condenación de los Diálogos, y la tercera á consecuencia de la Infalibilidad. Contiene varios documentos al caso”.

     Deja inédita una obra capital en que, apartándose de cuestiones canónicas i curialísticas, se muestra francamente racionalista i refuta uno por uno todos los dogmas católicos, desde el pecado orijinal hasta la divinidad de jesucristo. Libro pesado en la forma i poco nuevo en el fondo, no hará olvidar las obras conjéneres de Peyrat, Larroque i principalmente de Strauss. Publicado hoi,a los veinte o veinticinco años d’escrito, después de los profundos trabajos emprendidos por los alemanes, ingleses i franceses, el libro produciría entre los eruditos i exejetas europeos el mismo efecto que la resurrección de un hombre muerto en el siglo XVI.

     Pero, si la obra inédita no encierra el mérito de la novedad, conserva gran valor documentario para conocer la evolución sicolójica del autor i esplicamos su modo de proceder en la tarea propagandista.

     Dice en el Prólogo:

     “En un campo limpio y llano basta el riego y el arado algunas operaciones más, para echar la semilla del fruto se intenta recoger; pero cuando hay árboles, plantas y malezas que es preciso descuajar, ha de proceder otra suerte trabajo, á veces duro y prolongado, hasta llegar al objeto principal.

     Estas reglas fundadas en la prudencia me han servido de guía en mis estudios y en los trabajos que he emprendido en servicio de mi patria y de toda la América. En países católicos, donde hay una creencia profundamente arraigada y la religión católica ocupa lugar entre las leyes fundamentales del Estado, no es dable ni conveniente y pudiera ser en extremo perjudicial emitir la última idea que se tiene en el ánimo, emitirla exabrupto; lo que á más de acarrear escándalo y gran perturbación en las conciencias, produciría un efecto contrario al que se intentaba y retardaría en vez de verificar su realización.

     Por tanto, quise proceder gradualmente”.

     Vijil, en su evolución relijiosa, se despojó de las creencias católicas, para vivir confinado en una especie de cristianismo liberal o vago teísmo cristiano. Al decir que “dejó al clérigo entregado a los teólogos i se quedó de hombre”, tuvo por conveniente agregar: “aunque siempre cristiano, porque el Evangelio es la religión de todo hombre de bien, pero como estaba en el corazón de Jesucristo”. Cristianismo un poco vago i de latitud inmensa desde que nadie sabe con seguridad i precisión lo contenido en la cabeza de Jesucristo: al saberlo, no habría mil sectas cristianas, apoyadas todas en l’autoridad de los Evanjelios. En sus Diálogos, más dignos del padre Almeida que de Platón, defiende con tanto ahinco la existencia de Dios i la inmortalidad del alma, cifra tanta confianza en el poderío de sus razones, que el lector menos maligno disfruta el placer de sonreírse, ya que no alcanza la felicidad de convencerse.

     Ante las formidables acometidas de los revolucionarios modernos contra el orden social i relijioso, los ataques del heterodojo peruano parecen tiros de mosquete junto a descargas de cañón Krupp. Sin embargo, en este pueblo de secular fanatismo español, los escritos de Vijil pasan hoi mismo por atrevidas novedades, aparecen como trochas en el corazón de una selva primitiva.

IV

     Al revés de Olavide,que en los últimos años vivió tristemente, viéndose desdeñado por los ortodojos como antiguo apóstata i por los heterodojos como nuevo prevaricador, Vijil tuvo una vejez honrosa i se conquistó la suprema gloria que apetece un anciano, verse respetado i creído. Como desde sus primeros anos supo rodearse de simpatía, como logró imponerse con su austeridad i buena fe, no sufrió persecuciones i pudo ejercer libremente su propaganda o apostolado solitario.

     Murió en Lima el 9 de junio de 1875. Los sacerdotes asediaron su agonía par’arrancarle una retractación in extremis o tener ocasión de inventarla; pero él rechazó todas las insinuaciones i murió laicamente, “en los brazos del buen Jesús”, como repetía en los últimos momentos.

     Temeroso alguna vez de que su cadáver fuera objeto de profanaciones, había designado como sepulcro la isla de San Lorenzo, hasta que sus restos fueran trasladados a Tacna. Pero sus temores no se realizaron; Lima en 1875 no era ya la Lima que algunos años antes apedreaba en las calles a los diputados que en la Convención defendían la libertad de cultos. Como algunas provincias de la República, sin amedrentarse con los anatemas de Pío IX, elejían representante de la nación al escomulgado, así el pueblo de la Capital, sin oír las imprecaciones clericales condujo en hombros el cadáver del impenitente.

     I el pueblo tuvo razón: pocas vidas tan puras, tan llenas, tan dignas de ser imitadas, como la vida de Vijil. Puede atacarse la forma i el fondo de sus escritos, puede tacharse hoi sus libros, de anticuados o insuficientes, puede, en fin, derribarse todo el edificio levantado por su intelijencia; pero una cosa permanecerá invulnerable i de pie, el hombre.

     Vijil consumió en el estudio los dilatados años de su existencia, se mantuvo libre de miserias en atmósfera saturada de todas las malas pasiones i atravesó ileso las vergonzosas épocas de corrupción en que los más fuertes cayeron i los más limpios se mancharon. Cuando llegó la hora de partir a lo Desconocido, se hundió en el sepulcro sin pronunciar una cobarde retractación ni amilanarse con alucinaciones i espejismos de ultratumba. En resumen, supo vivir i morir como filósofo.

     Vendiendo su patrimonio para costear la publicación de sus libros, soterrándose por más de treinta años entre los pergaminos de una biblioteca, luchando sin miedo ni jactancia para llevar a cabo la magna empresa de secularizar la vida, trabajando constantemente en dar luz a los miopes del entendimiento i vigor a los enfermos de la voluntad, contestando cortésmente o con leves ironías a los ataques brutales de la superstición i la ignorancia, se presenta como un ejemplo i también como un’acusación.

     Lutero, al romper con la Iglesia, sintió una incesante cólera, interrumpida por gritos de un remordimiento que le hacía envidiar a los muertos; Vijil, al perder las creencias de los primeros años,conservó la injénita mansedumbre de carácter. Bastaba contemplar una sola vez su fisonomía para convencerse que había matado el odio en su corazón. Pero no hai que atribuir su imperturbable mansedumbre a timidez o cobardía: bajo l’apacibilidad del hombre manso.El supo encararse con Santa Cruz, Gamarra y Castilla cuando muchos enmudecían i temblaban.Como escritor figura en el número de los osados i valientes. Atacar el fanatismo en sociedad de fanáticos ¿no vale tanto como salir a la barricada o al campo de batalla?

     Entre sus muchas cualidades resaltaba “la enerjía moral de la voluntad”. Nunca se abatió.En las épocas de mayor producción cerebral tuvo que luchar con su propia naturaleza débil i enfermiza. Postrado en cama acometido de constantes hemorrajias,acosado por fuertes dolores neuráljicos, pensaba i producía sin tener aliento para redactar sus ideas. Obligado a permanecer horas enteras inmóvil i d’espaldas, ni aún podía leer.Entonces le servía de plumario i lector un muchacho hemipléjico, ignorantísimo,que en la lectura de libros franceses o latinos una pronunciación estrafalaria.

     Al tratarse de Vijil,sus adversarios pronuncian como argumento máximo la misma palabra que ayer escucharon Lutero i Calvino,que hoi escuchan Renan i el padre Jacinto, apostasía. Cargo pueril: si los hombres maduros no se hubieron despojado de los errores adquiridos en la niñez ni de las ilusiones forjadas en la juventud, la Humanidad no habría salido de cavernas i bosques. El fanático, olvidando que nada definitivo hai en el pensamiento del hombre, se inmoviliza en una secta o partido, mientras el verdadero pensador evoluciona incesantemente,considerando toda creencia política o relijiosa como hipótesis provisional.

     Acusen a Vijil por exajeración de las buenas cualidades,no por esceso de las malas. Era un altruísta con subido color de optimismo. Poseía sencillez infantil que no le dejaba velo de ciertas acciones o palabras. Sólo por inefable candor haber escrito al fin de los Apuntes:

     “Si mis trabajos fueran en adelante apreciados ó mereciesen alguna consideración, yo pido en recompensa á los governantes de mi patria que sirvan lealmente y hagan felices á unos pueblos tan dignos de serlos por muchos títulos”.

     Gobernantes i gobernados no tendrán su vademecum en las obras de Vijil, porque jeneralmente pecan de indijestas, porque no poseen la majia del estilo: más que leídas i estudiadas, serán discutidas i citadas de segunda mano. Pero, leídas o no, su autor merece un grato recuerdo: los hombres que en el Perú combatan por la Razón i la Ciencia contra la Fe i la ignorancia, deben agradecer mucho al verdadero precursor, al viejo soldado que allanó el camino, que luchó en la vanguardia, que dió i recibió los primeros golpes.

     En fin, por la fortaleza de carácter, por la sinceridad de convicciones, por lo inmaculado de la vida, Vijil redime las culpas de toda una jeneración. No tuvo rivales ni deja sucesores, i descuella en el Perú como solitaria columna de mármol a orillas de río cenagoso.

1890


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El índice de Pájinas libres.

El porvenir nos debe una victoria, Ensayos y poesía de González Prada.

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Notas

    1“Vigil“ es único en Pájinas libres porque de las cinco semblanzas de pensadores, Vigil es el único peruano, los restantes cuatro dedicados al trabajo intelectual de dos españoles y de dos franceses. Cabe notar que la erudición europea de González Prada es vasta y distinguida, pero, a pesar de discurrir frecuentemente sobre la literatura peruana, no solía estudiar a la producción de sus compatriotas. Entre las pocas veces que lo hace puede resultar muy negativo como cuando en el “Discurso den el Teatro Olimpo“ aludió a Ricardo Palma al criticar la “mala tradición“ [TW].

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