***CUARTA PARTE***1



VÍCTOR HUGO2

     

     

I

     Víctor Hugo ha muerto. El poeta del siglo, el eco sonoro colocado en el centro de nuestra sociedad, acaba de’estinguirse3.

     Para escribir la vida del ilustre muerto se necesitaría comprender la historia literaria de nuestro siglo. Lo que un autor francés afirmaba de Sainte–Beuve debe con más razón aplicarse a Víctor Hugo: “Ningún hombre de su época se rozó con mayor numero de ideas”. Ninguno, tal vez, realizó con la pluma prodijios mayores: él destruyó para construir, sublevó el espíritu nuevo contra el espíritu viejo i convirtió en campo de batalla la república literaria del siglo XIX.

     Su nombre, como el Islam i Sangre de los mahometanos o el Santiago i Cierra España de las huestes castellanas, repercutía como grito de combate. Cuando el cuerno d’Hernani resonaba, todos los espíritus independientes se apercibían a luchar, porque el romanticismo francés, que había empezado con Chateaubriand, por una exaltación algo mística i algo monárquica, se fué modificando con Víctor Hugo hasta significar emancipación del pensamiento, quiere decir, libertad en la Ciencia, en el Arte i en la Literatura.

     Siempre que Víctor Hugo quiso levantar su voz de bronce todos guardaron silencio para recojer las palabras i entregarlas a los vientos de la Tierra. Los escritores de su tiempo le apostrofaban como Dante a Virjilio: “Tú eres el guía, el señor i el maestro”.

     Aunque los naturalistas pretendan derivarse de Stendhal i Balzac, revelan a cada paso la filiación romántica, dejan ver que avanzan en la inmensa trocha montada por el hacha de Víctor Hugo. Zola, en sus continuos arranques de mal humor, rabia de seguir involuntariamente el impulso del Maestro i no poderse quitar el penacho romántico.

     Ser traducido al español, inglés, italiano, alemán, griego, i ruso, saliendo a luz lo mismo en París que en Madrid, Londres,Roma, Berlín, Atenas y Sampetersburgo, sólo él lo consiguió. En todas partes se introdujo a dominar, a imponerse. ¿Qué literatura no conserva hoi huellas de imitación romántica?4

II

     Víctor María Hugo nació en Besancon el 26 de febrero de 1802, i fueron sus padres el Jeneral José Leopoldo Sejisberto Hugo, hijo de un carpintero de Nancy,5 y Sofía Francisca Trébuchet, hija de un armador de Nantes. Vivió, pues, más de ochenta i tres años, viendo desaparecer a los principales autores de su tiempo: A. de Musset, Vigny, Lamartine, Sainte–Beuve, Dumas, George Sand, etc., a sus hermanos Eujenio i Abel, a su hija Leopoldina, a su esposa i a sus hijos Carlos i Francisco. De sus descendientes le quedaban, su hija Adela, encerrada desde 1872 en una casa de locos, i sus nietos Jorje i Juana.

     Hijo de un soldado que hoi atravesaba los Alpes i mañana los Pirineos, Víctor Hugo, a las seis semanas de nacido, fué llevado por sus padres a Marsella, i después siguió residiendo en Córcega, la Isla de Elba, París, Turín, Florencia, Roma, Nápoles i Madrid, donde permaneció en el Colejio de Nobles desde principios de 1811 hasta la Primavera de 1812.

     A los diez años intentaba versificar sin conocer la métrica, a los doce componía sus primeros versos consagrados a Orlando, i de los trece a los dieciséis, no sólo había escrito innumerables composiciones, tanto orijinales como traducidas del latín o imitadas de Ossian, sino un poema sobre el diluvio, el cuento Bug Jargal, la trajedia Itarmeno, la zarzuela De algo sirve el acaso,el melodrama Inés de Castro, etc. A los quince años obtuvo una mención en el concurso de la Academia francesa, i a los dieciocho ganó el título de maestro en los Juegos florales de Tolosa. Chateaubriand le llamaba con justicia “el niño sublime”.

     Desde fines de 1819 hasta principios de 1821 colaboró asiduamente en el Conservador literario, periódico bimensual, fundado por él i sus hermanos. Sus escritos del Conservador se distinguen por el subido tinte monárquico, relijioso i hasta clásico.

     En 1882 dió a luz con el título de Odas i Poesías diversas su primera colección de versos, obtuvo de Luis XVIII una pensión anual de 1,000 francos i contrajo matrimonio con Adela Foucher, la virjen celebrada en el libro V de las Odas, la esposa ofendida i glorificada en los Cantos del Crepúsculo.

     De 1823 hasta 1830 inclusive, publicó Han de Islandia (1823), Nuevas Odas( 1824), la reedición esplanada de Bug Jargal (1826), Odas ¡ Baladas (1826), Cromwell (1827), las Orientales (1829), el Ultimo día de un condenado a muerte (1829), Marion de Lorme (1829), i Hernani (1930). Estas obras levantaron una tempestad de aplausos i recriminaciones.

     El prefacio de Cromwell produjo tanta resonancia, que alguien le llamó el Decálogo romántico. La primera representación d’Hernani se convirtió en la encarnizada lucha de dos partidos en el Waterloo de la clásica trajedia francesa. Con la obra de Víctor Hugo se impuso,el drama romántico, rematándose la campaña empezada por Alejandro Dumas con Enrique III i por Alfred de Vigny con la traducción de Otelo. Como los veteranos del Imperio s’enorgullecían de haber peleado en Austerlitz, así los viejos románticos se vanagloriaban de haber asistido a la jornada d’Hernani. “Esa noche, dice Théophile Gautier, decidió de nuestra vida”6.

     En aquella época, antes de los treinta años, Víctor Hugo había inspirado ya el odio implacable que Byron infundió en ciertos meticulosos espíritus de Inglaterra i el amor llevado que Goethe despertó en algunas nobles almas de Alemania. Si no faltó quien l’execrara como el Atila de la Literatura, hubo también hombres acometidos de hugolatría. Refiere Théophile Gautier que al ser presentado a Víctor Hugo por Petrus Borel Gérard de Nerval le faltó poco para desmayarse como Ester en presencia de Asuero. Lo que más le sorprendía en Víctor Hugo era “la frente monumental, de amplitud i belleza sobrehumanas, frente digna de llevar la corona de un Dios o un César”7.

     De 1830 en adelante la fecundidad de Víctor Hugo raya,en asombrosa; como Lope de Vega y Goethe, lo abarca prende todo i lo puede todo Cuando los demás incuban una estrofa o un canto, él produce un poema o un libro. Unos brillan como poetas líricos, otros como épicos o dramáticos; pero él se destaca sobre todos como el poeta único i de una pieza. Todo lo canta, desde la concha del Océano hasta el musgo de las montañas, desd’el sapo hasta la estrella, i desd’el amor que hace morir hasta el odio que hace matar. Vuela como el cóndor i trabaja como la hormiga. Asombra con la intensidad i estensión de su vida: no se abruma con la faena diaria, no siente la impotencia de la vejez, i por más de medio siglo publica volúmenes tras volúmenes que vienen al campo de la literatura francesa como creciente inundación de un Nilo inagotable.

III

     Su obra, semejante al escudo de Aquiles, encierra la completa figuración de la vida, merece titularse como el libro de Humboldt, Cosmos.

     Para estudiar el espíritu & nuestro siglo necesitamos leer las páginas del gran poeta: conociendo a Víctor Hugo, sabemos lo que fuimos, lo que somos, lo que anhelamos ser. Más que el tipo de una raza, debe llamarse el hombre representativo de una época.

     Víctor Hugo pertenece a la familia de los jenios eminentemente progresivos que se despojan hoi del error adquirido ayer: pájaros en eterna muda, a cada, movimiento de sus almas dejan caer una pluma descolorida i muerta. Realista en l’adolescencia, bonapartista en la juventud, republicano en la edad viril, socialista en la vejez, sintetiza la evolución de un cerebro que avanza en espiral ascendente. Vilipendiarle por la variación de sus ideas vale tanto como acusar a la semilla de trasformarse en árbol. La piedra en virtud de su peso, traza la línea recta; el tren, el humo i hasta el águila, siguen las entrantes i salientes de una curva para ganar en altura. Pasar de monárquico a republicano, de creyente a librepensador, significa ascender. Con razón, en 1853, comparando su vida intelectual con la tempestuosa carrera de Ney i Murat, esclamaba que “el orgullo en l’ascensión era permitido cuando en el último tramo de al escala luminosa se había encontrado la proscripción“.

     Erró al figurarse que la Restauración de los Borbones daría libertad al pueblo francés i que el pontificado de Mastai Ferreti sería pacto de alianza entre la Iglesia i la civilización; pero combatió infatigablemente por la segunda República, vivió cerca de veinte años en el destierro i clavó en la picota de los Castigos al Emperador de Sedán i al Pontífice de Mentana.

     Su acción política no iguala su influencia literaria. Si como Par de Francia sostuvo duelos de palabra, tan gloriosos como las justas de los antiguos paladines, no arrastró con discursos a las muchedumbres, no tuvo en sus manos la suerte de Francia, no representó el encumbrado papel de Lamartine. Su gloria política se funda en haber sido un Homero con gorro frijio i blusa democrática. El quitó a la Poesía las inmaculadas alas de serafín, que Lamartine le había revestido, él la sacó de la ebúrnea torre donde Alfred de Vigny la quiso mantener encerrada, él l’alejó del palacio donde un tiempo se gozaba en murmurar monótonos cantos de servidumbre i lanzándola a la tribuna parlamentaria, al club jacobino i a la plaza pública, la hizo relampaguear como Mirabeau, tronar como Danton i herir como las encolerizadas i justicieras muchedumbres del 93.

     La lectura de Víctor Hugo, como poderoso estimulante, hace brotar ideas; sus palabras actúan en el cerebro, como abono en la tierra. Siendo mucho lo que dice con sus versos, es más lo que sujiere. Cuando concluimos de leer algunos de sus poemas i cerramos los ojos, parece que las más recónditas células de nuestro cerebro se iluminaran con repentina luz sideral: con unos poetas soñamos, con otros sentimos, con Víctor Hugo pensamos. Con él, “no sólo esperimentamos l’admiración por el escrito, sino también el gozo d’encontrar en el poeta al pensador ligado con todos los problemas que interesan a la Humanidad”8.

     Cuanto produce atesora el calor de la vida. Sus poemas no se limitan a hermosas cristalizaciones minerales: son cuerpos organizados en que se palpa el movimiento de la savia o la circulación de la sangre. Como lo declara él mismo, “tiene corazón hasta en la cabeza, entrañas en la intelijencia”. “Quiero, dice, a l’araña i la hortiga porque son aborrecidas”. Esa inmensa conmiseración, que abarca todo cuanto vive o existe, le inspira una filosofía optimista, verdadera filosofía de poeta: según Víctor Hugo, el mal desaparecerá un día, no sólo de la Tierra sino del Universo, i todos seremos eternamente felices bajo el ala paternal de Dios.

     En su poesía, radicalmente humana, desborda la piedad hacia los desgraciados i relampaguea contra los opresores. El no renegó como Byron ni desesperó como Leopardi, i si alguna vez blandió la espada de fuego, siempre mostró en su frente olímpica el nimbo de la esperanza. Hasta en los Castigos, en ese tremendo libro de cólera i venganza, asoman la piedad i el amor, como fosforescencias en mar tempestuoso i negro.

     Si no deja como Goethe una huella indeleble en la Ciencias naturales, imprimió en el idioma francés la efijie inalterable de su jenio: queda como el insuperable maestro de la forma i del colorido. Contribuyó más que nadie a enriquecer el lenguaje poético, ya pidiendo voces al vocabulario científico, ya incrustando en sus frases locuciones populares, ya rejuveneciendo i renovando las vetustas i manoseadas figuras retóricas de los seudo clásicos franceses. Sus composiciones hierven de metáforas, donde adquieren forma tanjible i concreta las ideas más vaporosas i más abstractas: al decir que piensa con imájenes se l’ensalza en lugar de abatirle. Con sus imájenes enormes i exuberantes hace: recordar las flores jigantes i estrañas que flotan sobre las aguas Amazonas.

     El dió a las palabras la ductibilidad del oro i la maleabilidad de l’arcilla plástica. Las frases dijeron siempre cuanto les mandó decir, produjeron las grandisonancias que les ordenó producir. Los ritmos le obedecieron como a César sus lejiones. Tiene versos lapidarios que encierran síntesis admirables, ideas que parecen presentimientos de leyes científicas o tajos de luz abiertos en lo impenetrable. Hasta cuando el pensamiento se pierde en las abstracciones metafísicas o en las nebulosidades apocalípticas, el verso conserva su inimitable sonoridad, i produce el efecto de música subterránea o recuerda el rítmico galope de un caballo las tinieblas.

     El adolescente que en 1816 escribía: “Quiero ser Chateaubriand o nada”, consiguió más de lo deseado, fué el poeta del Siglo.

IV

     Voltaire se levanta como el escritor francés más digno de colocarse frente a Víctor Hugo; la tarea demoledora del uno en el siglo XVII vale tanto como la obra literaria del otro en el siglo XIX . Voltaire, que se realza con el mérito de haber escrito a riesgo de libertad y vida, presenta una desventaja. Sin decir con Pascal: “injenio burlón, mal injenio“, puede asegurarse, que si la Humanidad ríe con los escritores alegres, no adora más que a los hombres serios: Momo no será nunca la divinidad de un pueblo. Injenio esencialmente satírico, aguzado por irresistible comezón de risa, Voltaire lo sacrifica todo al placer de lanzar un chiste i descubrir la parte vulnerable de sus adversarios, Víctor Hugo es un carácter radicalmente grave; la chispa francesa no, brota en él espontánea, sino estudiadamente. Lo que en Voltaire concluye por una risotada rabelesiana, en Víctor Hugo termina por estupendos estallidos de cólera dantesca. Voltaire aplica en la piel de su enemigo vejigatorios microscópicos; Víctor Hugo descarga mandobles que matan o dejan cicatrices indelebles. Voltaire no causa respeto: viejo medio alegre i medio libertino, es el papá Voltaire; Víctor Hugo infunde cierto alejamiento: patriarca optimista i bondadoso, es el padre Hugo. Sin embargo, el uno se completa con el otro, i algo habría faltado a la Humanidad si no hubieran existido Voltaire i Víctor Hugo. Ambos poseyeron l’audacia en las ideas, la universalidad de la inspiración, la constancia en el trabajo, la combatividad infatigable, la vejez sin decrepitud i la fuerza tenaz de arraigarse a la vida.

     Francia tuvo la gloria de producir a Napoleón Bonaparte, el hombre de la espada, i a Víctor Hugo, el hombre de la pluma.El uno abre el Siglo con sus campañas, el otro le cierra con sus libros. El uno representa la plenitud en la vida de l’acción, el otro la exuberancia en la vida del pensamiento. Víctor Hugo es el Napoleón de la palabra, Napoleón el Víctor Hugo del hierro. Soldado i poeta se distinguen por la enormidad i la fuerza. Si el uno gana batallas, el otro escribe poemas; i el artista no cede ante el guerrero, pues tanto valen los Castigos o las Leyendas de los Siglos como las Pirámides o Marengo. Ambos sintieron los estásis de la victoria, ambos probaron las amarguras del destierro, ambos sembraron amores profundos i odios implacables, ambos hicieron repercutir su nombre en los más apartados rincones del Globo. Reyes d’Europa rindieron vasallaje a Napoleón; esceptuando a Lamartine i A. de Vigny, los poetas franceses del período romántico siguieron las huellas de Víctor Hugo9. Como Bonaparte, muere en Mayo, mes de las aves, de las flores i de los poetas. Hai una diferencia: Napoleón terminó su vida, triste, desamparado, en una isla estéril; Víctor Hugo acaba de morir tranquilo,en el seno de sus amigos, llorado por un gran pueblo que le da por catafalco el Arco de Triunfo, por tumba la cripta del Panteón. La muerte así equivale a una trasfiguración.

     Los siglos correrán, i todas las medianías que surjen para deslumbrar a sus contemporáneos desaparecerán en las tinieblas del olvido, mientras la figura ideal de Víctor Hugo irá creciendo en proporción a la distancia que la separe de nosotros. Como se dice, la Grecia de Homero, la Italia de Dante, la España de Cervantes i l’Alemania de Goethe, se dirá la Francia de Víctor Hugo.

1885


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El porvenir nos debe una victoria, Ensayos y poesía de González Prada.

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Notas

    1En la tercera parte de Pájinas libres, González Prada agrupa cuatro semblanzas intelectuales de cuatro eminencias literarias de Europa de su tiempo, los franceses Víctor Hugo y Ernest Renan y los españoles Emiliano Castelar y Juan Valera. Estas agregadas a dos más dedicadas a Vigil y Grau, figuras históricas peruanas, revela en la obra de González Prada un interés en las grandes figuras de su siglo, especialmente en lo intelecutual–cultural [TW].

    2La muerte de Víctor Hubo conmovió visiblemente a M.G.P. que lo admiraba y seguía. Don Miguel de Unamuno (Ensayos, VII, Madrid, 1971), que elogió decididamente el estilo y la actitud de M.G.P. [lo] encontraba débil en el elogio a Hugo, a quien Unamuno repudió por su grandilocuencia. Fue publicado en varios periódicos de Lima, pero el texto en Pájinas libres es completamente revisado [LAS].

    3Víctor Hugo fue importante inspiración en los escritores modernistas desde González Prada a Rubén Darío [TW].

    4Catulle Mendes, La légende du Parnasse contemporaine, págs. 24 y 25 [MGP]. Signo diacrítico agregado en “légende” [TW].

    5E. Fournier, Souvenirs poétiques de l’ecole romantique, E. Biré, Víctor Hugo avante 1830 [MGP].

    6Histoire du romantisme [MGP].

    8Soumet escribía en 1820 a un amigo: “Cet enfant (V. Hugo), a une tête bien remarqable, une véritable étude de Lavator”. (E. Biré, Víctor Hugo avante 1830) [MGP].

    9Eugéne Véron, L’esthétique [MGP]. De acuerdo con la primera edición, hemos restaurado el signo diacrítico en “esthétique” [TW].

    9“La littérature romantique s’étend pour nous de 1820 á 1842” [MGP]. Hemos restaurado esta referencia de la primera edición [TW].

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