Por Manuel González Prada, Anarquía
En uno de los últimos congresos tenidos por los socialistas se resolvió que el 1 de mayo sería conmemorado como la fiesta del trabajo.
El acuerdo nos parecería muy acertado, si los congresantes hubieran tenido la precaución de señalar quiénes eran los llamados a celebrar con mayor regocijo esa magna fecha.
Según nuestro parecer, no son los obreros sino los patrones, no los proletarios sino los capitalistas, quienes deberían hacerlo. Porque, ¿en provecho de quién redunda el trabajo? No es, seguramente, del zapatero que anda semidescalzo, del sastre, que va poco menos que desnudo, ni del albañil que habita en chiribitiles sin aire y sin luz.
Los que lucen elegantes botines de chevreau, los que se arropan con magníficos sobretodos de lana, los que moran en verdaderos palacios donde retoza el aire puro y sonríe la luz vivificadora, ésos deben lanzarse hoy a plazas y calles para enaltecer las glorias y excelencias del trabajo.
En cuanto al obrero que empuña la bandera roja como blandiría la cruz alta de su parroquia y que entona un himno al 1 de mayo como salmodiaría el miserere, no nos infunde cólera ni desprecio: nos inspira lástima: es el pavo que se regocija en la Pascua.
El trabajo implica honra y causa orgullo legítimo cuando se ejecuta libremente y en beneficio propio; mas significa humillación y vergüenza cuando se practica en provecho de un extraño y en verdadera esclavitud. No vemos mucha diferencia entre el hombre que por un mísero jornal brega para seguir enriqueciendo al capitalista y entre el buey que por unas cuantas libras de heno suda y se derrenga para concluir de engordar al hacendado.
Felizmente, la Humanidad no se compone hoy de una muchedumbre humilde y resignada que de luz a luz se dobla sobre el terruño y sólo levanta la cabeza para besar la mano de sus caporales. Un gran ejército de proletarios, esparcido en todo el mundo, comprende ya la ironía de conmemorar la fiesta del trabajo y ve en el 1 de mayo el día simbólico en que los oprimidos y los explotados se juntan para contarse, unificar sus aspiraciones y prepararse a la acción demoledora y definitiva.
El obrero consciente celebra hoy la fiesta de la Revolución.
(1908)
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