EN ESPAÑA

Por Manuel González Prada, Anarquía

     Las autoridades españolas continúan valiéndose de medios inicuos y alevosos para sofocar toda manifestación libre de las ideas. Naturalmente, la policía no deja de actuar en las sombras y bajo cuerda, ejerciendo el múltiple oficio de espía, delator, juez, carcelero, torsionario, verdugo, etc.

     Verdad que en la mayor parte de los Estados europeos, no excluyendo a la Francia librepensadora y jacobina, se procede excepcionalmente, es decir se recurre a la iniquidad, apenas se ve un recrudecimiento de la propaganda o se teme un estallido de la acción directa; pero verdad también que en España las iniquidades revisten caracteres más repugnantes y más odiosos que en ningún pueblo de la Tierra, salvo quizá Turquía y Rusia. ¿Qué nación tiene un Montjuich?

     Por eso han sido en España tan dolorosas y sangrientas las represalias, advirtiendo que, al hablar así, no queremos referirnos a la ejecución de monstruos como Cánovas del Castillo, sino a la muerte de personas inofensivas que recibieron cascos de bombas arrojadas contra verdaderos criminales sentenciados por la justicia universal.

     Difícilmente nos formaríamos una idea cabal del envilecimiento y la degradación en que la monarquía española se revuelca feliz, orgullosa, tomando por montaña de oro el montón de basuras donde tiene elevado su trono. Después de sufrir por amo a un mequetrefe degenerado y pútrido como Alfonso XII y por regente o reina madre a una especie de gran tacaño con faldas y confitado en agua bendita, España cuenta hoy por rey a un nuevo Carlos II el Hechizado. Incapaz de todo lo que no sea perseguir mujeres, pescar truchas o cazar palomas, el inconsciente Alfonso XIII no hace más que agitarse maquinalmente, obedeciendo a las cuerdas manejadas por el segundo Cánovas, por el Francia español, por el siete veces canalla de Maura.

     Se comprende que en las entrañas de semejante reyezuelo no pueda caber cosa tan noble como la piedad y que ha de saber con indiferencia, si no con regocijo, los tormentos inferidos a los anarquistas. Sin ir muy lejos, ya le vemos insensible a las amarguras y padecimientos de Nakens. Por algo lleva la sangre de la mujer que no tuvo un solo rasgo de conmiseración para las víctimas de Montjuich.

     ¡Pobre Morral, nunca lamentaremos como se debe tu inmerecido fin ni la mala suerte de tu bomba!


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