Por Manuel González Prada, Anarquía
Si alguien quisiera saber nuestra opinión sobre las huelgas, nosotros le diríamos: Toda huelga debe ser general y armada. General, para combatir y asediar por todos lados al mundo capitalista y obligarle a rendirse. Armada, para impedir la ingerencia de la autoridad en luchas donde no debe hacer más papel que el de testigo.
Las huelgas parciales no siempre logran beneficiar al obrero, porque los huelguistas, abandonados a sus propias fuerzas, sin el auxilio de sus compañeros, son batidos en detall y tienen que ceder al patrón.
Las huelgas desarmadas fracasan también, porque la decisiva intervención de las autoridades en la lucha de amos y siervos significa siempre alianza con los primeros.
Cuando en una población todos se declaran en huelga, desde el carnicero hasta el farolero, se hace compasivo y razonable el burgués que tiembla a la sola idea de no tener un trozo de carne en la olla ni un farol encendido en la calle. Cuando todos se arman, desde el hombre con un revólver hasta la mujer con unas tijeras, las autoridades se amansan, pues una huelga así, no está muy distante de una revolución.
En el Perú, al declararse la huelga de un gremio o de un grupo de trabajadores, los demás gremios o demás trabajadores se quedan tan impasibles como si se tratara de cosas ajenas no sólo a la clase obrera sino al Planeta: dejan a sus compañeros cogidos entre las garras del patrón y los rifles de la autoridad.
En las huelgas del Callao1 todas las sociedades obreras ven con la mayor indiferencia que en decretos bárbaros se considere a los trabajadores como unos esclavos.
Verdad que actualmente las sociedades obreras de Lima y el Callao tienen dos graves asuntos en que ocuparse: las elecciones municipales y el enrolamiento a la Unión Católica...
(1906)
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1Noviembre de 1906 [LAS].