LA ANARQUIA, 19071

     A su ruidosa eclosión en la segunda mitad del siglo pasado, fue objeto de mofa y ridículo, teniíndose por cosa indigna de que cerebros sanos se detuviesen a considerarla.

     Después, algunos la vieron como de paso sin concederla mucha importancia, ocupándose de ella en torno semijocoso y tratando con lástima o desdén a los enunciadores de sus doctrinas.

     Más tarde, cuando las bombas de Ravachol, de Vaillant y de Emile Henry hablaron con la elocuencia de la dinamita, hubo muchas gentes cuerdas y bien pensadas que unas a otros que dijeron: “Conviene averiguar lo que hay en eso de la Anarquía”.

     Hoy, todos los hombres que reflexionan con madurez, todos los que sienten ansias de conocer a verdad, todos los que se interesan por la resolución de los problemas sociales, estudian seriamente la Anarquía, mirando en ella una etapa lógica de la evolución humana, no un salto regresivo a la selva prehistórica ni el producto morboso de cerebros desequilibrados. Los más graves y doctos personajes, los más imbuídos de preocupacines añejas, se repiten unos a otros: “Debemos tomar en consideración una doctrina que no sólo tiene mártires como Angiolillo y Bresci, sino propagandistas como Reclus, Kropotkin y Faure”.

     Por sola refutación, los irreductibles adversarios de la anarquía la llaman una utopía, un sueño imposible de realizarse hoy ¡cómo si hubiera anarquistas de seso que juzgaran posible transformar en unos cuantos días el proceso mental de las muchedumbres y destruir de un solo golpe todas las patrias, todos los gobiernos, todas las autoridades! Solamente los anarquistas de pega o de meollo huero conciben y propalan semajantes absurdos.

     Sin embargo, no puede negarse que la Humanidad, aleccionada por los grandes precursores o maestros, va entrando en el período de la vida consciente y vislumbrando la organización científica de las sociedades. Y como organizar bien implica demoler lo mal organizado, es decir arrasar con las iniquidades arraigadas y los prejuicios tradicionales, la Anarquía tiene que luchar con tenaces resistencias, levantadas por todos los que medran a la sombra del error y la injusticia2.

     Si los desheredados y los oprimidos sonrín y la bendicen al darse cuenta de lo que ella significa, todo lo contrario sucede con los rapaces y los opresores: sacerdotes, jueces, militares, capitalistas, en fin todos los parásitos del organismo social, palidecen y maldicen al escuchar el solo nombre de la Anarquía.

     (1907)

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El porvenir nos debe una victoria, Ensayos y poesía de González Prada.

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     1Publicado anónimamente en Los Parias, No. 38 Octubre de 1907. Lleva el mismo título de un artículo de Anarquía (página 11, edición Ercilla de 1936) y por error no fué incluído en dicho libro [AGP]. El ensayo homónimo que comienza “Si a una persona seria” fue fechado erróneamente 1907 en vez de 1916 como indica Isabelle Tauzin Castellanos en Ensayos 1885–1916 (Lima: Universidad Ricardo Palma, 2009, p. 325, n. 1). Con esta nueva edición de Anarquía tomamos este artículo “La anarquía” que se había incluido en Prosa menuda (Buenos Aires: Imán, 1941, 241-242), y lo insertamos en su lugar debido de apertura. Así mismo, ahora sabiendo que el homónimo es de 1916, por su fecha de composición, lo hemos postergado al final de la organización del libro. Conviene notar que una traducción al francés hecha por Joël Delhom de varios de estos artículos contiene los dos titulados “L’anarchie”. Véase Manuel González Prada, Des l’utilité des rebelles, trad. y ed. Joël Delhom (Montreuil/Clamecy: Nada, 2022) [TW].

     2Esta idea de que la ciencia reorgizará a las sociedades formadas por los “los prejuicios tradicionales”, que son erróneos y injustos, muestra el positivismo duradero en el pensamiento de González Prada. Para el padre del positivismo, Auguste Comte, las sociedades pasan por tres épocas, la religiosa, la metafísica y la positiva, que es la científica [TW].

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