Thomas Ward, ed., “El porvenir nos debe una victoria”. La insólita modernidad de González Prada.” Lima: Universidad del Pacífico/Red para el Desarrollo de las Ciencias Sociales en el Perú, 2010. ISBN: 978-9972-835-12-41.


Comentario al libro brindado en la presentación del libro, Universidad del Pacífico, Lima, 20 de julio de 2010,

Por Gabriela Núñez

Universidad de Pittsburgh


     Agradezco la invitación para comentar el libro “El porvenir nos debe una victoria”. La insólita modernidad de Manuel González Prada publicado por la el Fondo Editorial de la Pontificia Universidad Católica del Perú, la Universidad del Pacífico, y el Instituto de Estudios Peruanos. Agradezco especialmente al editor Thomas Ward y al Profesor Gonzalo Portocarrero, quienes tuvieron la gentileza de brindarme esta oportunidad, para mí, enriquecedora. El libro “El porvenir nos debe una victoria” además de recoger ponencias expuestas en el segundo coloquio internacional sobre el escritor González Prada en las universidades Johns Hopkins y Loyola Maryland realizado en Febrero del 2008, incluye textos fundacionales, estudios de género, y representaciones literarias sobre el autor.

     Sería imposible por falta de tiempo comentar todos los artículos del libro, por lo que quisiera que mi comentario girara alrededor de tres temas: El de la recepción, la poesía y el concepto de género en González Prada. La primera idea está expresada por Thomas Ward al final de la introducción al libro. Ward nos dice que es simbólico que este compendio sobre González Prada en el tercer milenio explore la recepción que ha tenido el autor en diferentes contextos y que hace falta explorar aún más nuevos modos peruanos de recepción de la obra y el pensamiento de González Prada. Explorar la manera cómo ha sido recibida y usada la obra de un autor del nivel ético de González Prada me parece fundamental. Si pensamos, por ejemplo, en la inclusión de la obra de González Prada en las escuelas, veremos qué tan conocido es este autor para el peruano promedio. Un profesor me decía hace poco que si quiero saber qué autores han calado en el imaginario colectivo de un país, debo ver los textos escolares. Sinceramente, yo no guardo recuerdos de haber estudiado a González Prada en mi escuela, o el recuerdo es muy vago, el hombre no tiene rostro definido y el autor no va más allá de la célebre frase que condensa la realidad peruana, “El Perú es un organismo enfermo, donde se aplica el dedo brota la pus”. Sin embargo, recuerdo con claridad el rostro de Ricardo Palma retratado en mis textos literarios de primaria y la frescura de sus Tradiciones peruanas.  Habría que preguntarse por qué en la escuela se enseña más a Palma que a González Prada. Una respuesta sería el estilo. Palma es un autor festivo, que aunque irónico, se reconcilia con la vida, y por lo tanto resulta más atractivo para un público escolar.

     Podría también tratarse de una razón metodológica, pues González Prada es un autor  complejo no sólo en estilo y contenido sino en estructura. Como lo señala Sara Castro-Klarén en el artículo titulado: “González Prada y la ruinas del tiempo,” en la parte inicial del libro que hoy nos convoca, la lectura de González Prada pone en tela de juicio los conceptos de organicidad y continuidad. Para leer a González Prada, nos dice Castro-Klaren, hace falta una poética del fragmento, del resto y del pedazo.  Pero probablemente la ausencia de González Prada en el imaginario popular y en las escuelas peruanas se deba más bien a que es un autor que hace pensar más de lo necesario, y es por lo tanto, peligroso para el discurso oficial.

     Al final del libro “El porvenir nos debe una victoria” encontramos las obras literarias de Juan Manuel Chávez y José Gabriel Castellanos que reafirman la imagen de un González Prada incapaz de hablar a media voz en la Lima timorata y de doble moral; y por lo mismo al González Prada temido. Así, la “Artista”, personaje de la obra teatral “Un peruano en Burdeos” de Castellanos dice: “Prada es el modelo no sólo de los apristas sino también de los comunistas y de todos los resentidos sociales que hay en este país.  Por su culpa estamos como estamos. Y encima es ateo, a-te-o ¿me oyes?” (437). Esta pieza literaria finaliza con la decisión de clausurar la obra teatral por una falta de comprensión del mensaje de González Prada; porque él no fue ni resentido ni ateo, sino que tuvo una gran conciencia ética y sentido de justicia, cosa inusual en nuestro medio.

     La recepción académica que ha tenido el trabajo de González Prada, contrasta con la recepción en el imaginario popular. Los estudiosos de González Prada son optimistas en relación a cómo ha calado su obra en el Perú. El artículo de Robert Mead, incluido en la sección de "Textos Fundacionales", escrito en 1955, señala: “Antes de González Prada dominan las corrientes intelectuales hispánicas en el Perú. Después, debido en gran parte a su actuación enérgica, comienza a ensancharse el horizonte intelectual y en las generaciones que han surgido desde entonces se van desarrollando fenómenos ideológicos cuyas repercusiones aún no se puede estimar con exactitud” (49).

     Por su parte, Gonzalo Portocarrero en su artículo: “El indio como prójimo: González Prada y el nacimiento de la tradición democrática en el Perú,” nos dice que a partir del discurso de Politeama en 1888, González Prada abre una tradición distinta a la criolla que niega al mundo indígena. El articulador de esta conciencia criolla fue Ricardo Palma, quien culpa a los indios de la pérdida de la guerra con Chile. González Prada, en contraste, presenta otra perspectiva situando a los indios como víctimas y hace tomar conciencia que el Perú es un país básicamente andino. Esta tradición, como bien lo señala Portocarrero, será retomada por Mariátegui y por José María Arguedas. Y es quizás con este último, que las ideas de un Perú inclusivo empiezan a calar más hondo, pero no tanto como quisiéramos, al menos en el discurso oficial, pues el poder político en el Perú ha sido y sigue siendo dominado por una minoría criolla desde los inicios de la República hasta la actualidad.

     Las ideas de González Prada no tuvieron el eco necesario en la generación inmediatamente posterior a la suya, la llamada generación del 1905. Francisco García Calderón (1883-1953), José de la Riva Agüero (1885-1944) y Victor Andrés Belaúnde (1883-1966), aristócratas pertenecientes a la clase gobernante, aunque promovieron un discurso integrador, no recogieron las ideas libertarias de Prada. Recordemos que González Prada se nutrió del anarquismo europeo y reaccionó contra todo dogmatismo, en particular contra el catolicismo. Fue un crítico feroz de la burguesía limeña y de la mediocridad de la vida nacional. Es recién con la generación del 1920, en especial Mariátegui, quien al hacer un esfuerzo por redefinir la interpretación del proceso histórico de formación de nación, reconoce a los sujetos sociales anulados por el latifundismo. Pero aún el mismo Mariátegui no tuvo el espíritu libertario y justiciero de González Prada. Así, en el artículo “González Prada y Mariátegui,” David Sobrevilla se pregunta quién supo ver más lejos, González Prada o Mariátegui. Sin llegar a una respuesta definitiva, Sobrevilla señala que “en muchos casos González Prada tuvo una visión más aguda, que supo advertir que con la liberación económica no basta, sino que es preciso demandar una serie de revoluciones más; que la inmoralidad, la corrupción y el militarismo campean en la historia peruana y que es preciso solucionar estos problemas; y que la libertad individual no se puede hipotecar a la igualdad” (332).

     Otro de los temas que ha llamado mi atención en este libro es el análisis de la poesía de González Prada. Aunque es principalmente conocido por sus ensayos, González Prada fue esencialmente un poeta, un artista con una ética profunda. Probablemente ello se deba a que, como lo señala César Germaná en su artículo: “Manuel González Prada y el surgimiento del pensamiento crítico en el Perú”, en el conjunto de las reflexiones de González Prada apreciamos que los conocimientos no solo tienen que ser verdaderos, sino también buenos y bellos. González Prada tiene un conocimiento holístico en el que no hay separación entre lo humanístico y lo científico.

     González Prada fue un precursor del modernismo en la poesía que buscaba liberarse de la rima y del sentimentalismo para encontrar el ritmo y la imagen. El artículo de Gonzalo Espino, “Manuel González Prada, poesía y poesía indigenista” señala que el modernismo de González Prada se expresa principalmente en los libros: Minúsculas, Presbiterianas, Exóticas, y Baladas Peruanas. Es en este último donde toca el tema indígena, cosa inusual a finales del siglo XIX. Con González Prada se siembran las semillas de un movimiento indigenista que supera el sentimentalismo filantrópico. El análisis del poema “Mitayo” de Baladas merece especial atención en el artículo de Gonzalo Espino, poema en el que se denuncia el poder opresivo del blanco hacia el indígena. En los últimos versos se resume el mensaje del poema. Aquí el hijo pregunta al padre que va forzado a trabajar en la mina:

—¿Cuándo el pecho de los Blancos

 Piadoso y tierno será?  Y El padre responde:

—Hijo, el pecho de los Blancos

No se conmueve jamás.

     José Miguel Oviedo en el artículo “González Prada, el anarquismo y la violencia” señala que el descubrimiento del mundo andino y la situación del indígena es uno de los momentos decisivos en el pensamiento de González Prada. González Prada recorrió la sierra central a caballo sorprendiéndose por primera vez de la ignorancia, el atraso, y la explotación de la que eran objeto los indígenas. Oviedo nos dice que ello provocó en González Prada una profunda identificación con un complejo problema social que, hasta entonces, solo había sido examinado de modo tangencial o parcial. Este descubrimiento para un hombre aristócrata como González Prada no habría sido desgarrador si él no hubiese tenido la sensibilidad de un poeta y un sentido de justicia que volcaría luego en sus escritos.

     Como tercer punto, quisiera referirme al concepto de género en González Prada que aparece en la sección que lleva el mismo nombre en el libro que comentamos esta noche. El discurso liberador de la mujer en la obra de González Prada estuvo ligado al rechazo que éste tuvo hacia el catolicismo y que se debió en gran medida a su propia historia familiar. Perteneciendo a una familia católica conservadora, González Prada ve de cerca el sometimiento de sus hermanas a la Iglesia y ello provoca su actitud de denuncia. Ana Peluffo en su artículo  Anticlericalismo y género en Las esclavas de la Iglesia de Manuel González Prada,” señala que en el ensayo “Las esclavas de la Iglesia” González Prada denuncia que mientras los hombres ilustrados se secularizaban en grandes números, las mujeres permanecían aferradas a una tradición católica, lo que les impedía acceder a la categoría de sujetos autónomos. La secularización e independencia de la mujer que reclama González Prada tienen paradójicamente un límite. Así, Peluffo señala que González Prada menciona poco en sus escritos a sus aliadas y discípulas Clorinda Matto de Turner y Merecedes Cabello de Carbonera. Por otro lado, la esposa de González Prada, Adriana, en el libro Mi Manuel demuestra sometimiento hacia su esposo. Citando a una escritora francesa Adriana dice que: “La mayor felicidad para una mujer es casarse con un hombre a quien ella respete tanto como ame, le sea superior por su inteligencia, por su carácter y que en todo decida por ella” (372). Con ello Adriana muestra que el discurso progresista de González Prada en relación al tema de género sirve tanto para que la mujer se libere de la Iglesia como para que ésta se adapte al proyecto de esposa ideal que un hombre liberal como González Prada tiene para su ámbito privado. Serán mujeres como Clorinda Matto de Turner quienes lucharán por una independencia e identidad de la mujer en el espacio público.

     Isabelle Tauzin en su artículo “De la educación de las mujeres a la emancipación femenina: las peregrinaciones de un rebelde”, señala que la cuestión femenina tuvo en realidad poca relevancia para González Prada, quien estuvo mucho más preocupado por la revancha sobre Chile y por denunciar la “invasión clerical” y la “farsa política”. Para Tauzin el punto de vista de González Prada es el de su sexo, generación y clase: Así las mujeres han de prepararse exclusivamente a ser esposas y madres.

     Entonces aunque liberal, el enfoque de Manuel González Prada no va demasiado lejos en el tema de género. El, como hombre libertario sí se preocupa por la mujer pobre o desprovista de tutela masculina pero no va más allá. En todo caso, probablemente González Prada llegó hasta donde pudo llegar porque al fin y al cabo era un hombre de su época.  La independencia identitaria de las mujeres tenía que venir como vino de las propias mujeres y los artículos del libro “El porvenir nos debe una victoria. La insólita modernidad de Manuel González Prada” hacen muy bien en señalar este punto.

     Considero que la publicación de este libro es valiosa porque refuerza y difunde el pensamiento de González Prada y de esta manera va contracorriente. Pues como señala Ricardo Silva Santisteban en su comentario al libro Manuel González Prada: Escritor de Dos Mundos, editado por Isabelle Tauzin: “La figura de Manuel González Prada en una sociedad como la peruana, generalmente frívola y superficial, es aceptada a veces a regañadientes porque ni a los hombres, ni a las instituciones, ni a los gremios les gusta que les señalen sus defectos”2. Es entonces responsabilidad de los intelectuales comprometidos con el Perú continuar con el análisis y difusión de la obra de González Prada y el libro “El porvenir nos debe una victoria” cumple con este cometido.

 



     1Intervención brindada en la presentación del libro, "El porvenir nos debe una victoria": La insólita modernidad de Manuel González Prada, Universidad del Pacífico, Lima, Perú, 20 de julio de 2001.

     2Silva-Santisteban, Ricardo. “Manuel González Prada: Escritor de Dos Mundos.” B.APL 43, (2007): 125-135.


©2010 Gabriela Núñez


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